El rock lisérgico del ermitaño Ángel Stanich

El rock lisérgico del ermitaño Ángel Stanich

Tengo que reconocer que no soy un fan de Ángel Stanich. Tampoco había escuchado nada de su música, lo justo para preparar la previa y enfrentarme a esta crónica. Si conocía que está confirmado para un montón de festivales en verano y que ya había participado en otros. Me llamaba la atención su apodo de “Ermitaño” (del pop o del indie según en boca de quién). Pensé que era por su apariencia pero responde más a su voluntario ostracismo en cuanto a los medios. Rehúye de ellos cual gato del agua.

Sin embargo tengo que reconocer que hay algo de magnético en este artista. Su figura alargada y barbuda apareció ayer en el escenario del Kafe Antzoki despertando en los presentes una devoción un tanto desmedida. Tocaba presentar su último trabajo “Antigua y Barbuda” (2017). Sin duda un salto importante del santanderino tras un genial primer disco y dos EP’s más que notables. El Antzoki congregó a un buen número de fieles y se convirtió en el escenario ideal para el rock lisérgico de Stanich y su banda.

La banda sonora de Twin Peaks anticipaba lo que sería la velada; tintes surrealistas a ritmo de la peculiar voz de Stanich. Un tono que en algunos casos no gusta (e incluso enfurece) pero que en otros se convierte en el reclamo perfecto del artista. Aparecieron el escena en formato quinteto Alex Izquierdo (bajo y coros), Víctor Pescador (guitarra), Lete Moreno (batería), Jave Ryjlen (batería) y el propio Ángel Stanich. A destacar la bandera de Antigua y Barbuda que colgaba del teclado.

Como viene siendo habitual en sus conciertos abrieron con ‘Cosecha’. La primera de un set list repleto de temas del último disco pero con flashbacks, como los llamó el propio Stanich, que nos devolvían a anteriores grabaciones. En opinión de algunos presentes se echó en falta el tema ‘Camaradas’. Según estas voces aprendices de ermitaño es uno de los mejores temas del cántabro.

La verdad es que el ritmo del concierto fue acorde con el no parar de Stanich sobre las tablas. Hubo momentos en que su movimiento recordada al de Abraham Boba (León Benavente) con quien ha actuado en alguna ocasión. ‘Escupe fuego’, ‘Más se perdió en Cuba’ y ‘Un día épico’ fueron metiendo el ritmo en las almas presentes. Un tímido “Come Bilbao” y un bien pronunciado “Zer moduz?” hicieron de una vez por todas calentar el ambiente.

Continuó el bolo con ‘Mañana’ y ‘Galicia Calidade’. Era el momento del primero de los flashbacks con ‘Camino ácido’, tema de su anterior trabajo. Una canción con la que la gente se lanzó a cantar ya de una manera más audible. Presentó a la banda y aseguró que “me llamo Eneko y estoy encantado de estar en el Antzoki”. Estaba siendo un buen bolo a pesar del molesto murmullo (exagerado en el día de ayer) proveniente sobre todo de la parte de atrás de la sala. De hecho antes de interpretar ‘Río Lobos’, siguiente tema, Stanich pidió “si sois tan amables un poco de silencio”.

Siguió con una divertida ‘Hula Hula’ y con ‘Casa Dios’ nos llevó a «un bonito lugar de La Mancha». Según el artista estábamos en la últimas curvas. El pelotón del ermitaño Stanich nos llevó sobre ruedas con ‘Le Tour’95’ para llegar al esperado ‘Mezcalito’ (desde el principio del bolo la estaban pidiendo algunos impacientes). Con ‘Señor Tosco’ llegó su crítica cantada hacia los medios de comunicación (suponemos que a algunos). En esa canción quizás se encuentre la razón de su animadversión a las entrevistas, etc…

Llegó el parón de los bises pero poco hubo que esperar para que de nuevo aparecieran en escena los músicos. Está vez sin Stanich que apareció tras un tema instrumental y ya preparado para regalar un potente ‘Carbura’ con el que los más fieles se soltaron del todo. Terminó el concierto como lo suele hacer habitualmente con ‘Metralleta Joe’ o ‘Mátame camión’. Dos temas guitarreros que ponen de manifiesto (si no lo estaba ya) la actitud y el discurso de este artista.

Así es Stanich, alguien que no deja indiferente a nadie. Una voz peculiar que puede gustarte e incluso puedes llegar a odiar. Unas letras ácidas, críticas y reflexivas. Un artista que ha llegado hasta aquí sin prodigarse en los medios. A medio camino entre el pop, el rock y el indie. Diferente e irrepetible son dos de los adjetivos más apropiados para definir a este artista que llega, con su humor y su estilo, guste o no, como una bocanada de aire fresco. Eso siempre se agradece.

 

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