Alejandro Escovedo: “The Crossing” (Yep Roc-Popstock!)

Alejandro Escovedo: “The Crossing” (Yep Roc-Popstock!)

Aplicar a un disco como “The Crossing” el calificativo de “basado en hechos reales” sería tan inexacto como reduccionista, a pesar de que en él resulte inevitable no ver volcados determinados aspectos biográficas vinculados a su autor, Alejandro Escovedo. Y es que no están alejadas ciertas situaciones aplicadas a los dos protagonistas del álbum de las que ha vivido este hijo de inmigrantes mexicanos
instalados en Tejas. En ambos casos la búsqueda de una tierra de oportunidades se tiñe en demasiadas ocasiones de nubes negras e insalvables muros. En esta ficción musical (co)ideada por quien en los setenta iniciara su carrera en la banda punk The Nuns, dos jóvenes intrépidos se embarcarán en una epopeya en busca de ese “paraíso” del que han surgido, o al que hacen referencia, sus ídolos del cine, la
literatura o la música.

No es casualidad, y es que no parece que nada en este trabajo lo sea, que el origen de los dos personajes sea mexicano e italiano. Si en el primero es obvia la elección de la nacionalidad, igualmente lo es en el
segundo, teniendo en cuenta que el grupo que acompaña al norteamericano en esta grabación es el mismo con el que compartió escenario en la pasada gira europea, Don Antonio, haciendo incluso su líder Antonio
Gramentieri las veces de productor y coautor. Quienes asistimos a alguno de esos shows somos conscientes de que el imaginario musical de los transalpinos es muy peculiar: cercado por el rock pero
también por la canción popular ligada a su país y sobre todo por un exquisito gusto por las densas ambientaciones. Elemento este último con mucho calado de cara a la confección definitiva de las nuevas
canciones. Una entente que como ya se comprobó sobre las tablas, y todavía se refleja más atinada en el estudio, funciona a la perfección para encaminarse hacia un resultado variado y complejo.

Tomar la decisión de aglutinar 17 cortes bajo una explicativa historia y una musicalidad abundante en detalles, es proponer un entorno de alto riesgo debido a la dificultad para sostener con consistencia dicho entramado. Un peligro que salvo algún letargo esporádico -aquí quizás habría que nombrar las excesivamente recitadas “Rio Navidad” o “Flying”- es siempre esquivado por lo que se convertirá en una fascinante banda sonora de múltiples texturas y amplio colorido para esta travesía vital. Con una breve pero significativa introducción instrumental (“Andare”) la capacidad del combo italiano a la hora de generar atmósferas casi cinematográficas se pondrá en acción tomando formas llamativas, por ejemplo en “Footsteps in the Shadows”, expresada en consonancia a su título bajo un tensionado e intenso sigilo
de explosivo final y con unas maneras ligadas a Nick Cave, las que regresarán en la brillantemente arrebatada “Teenage Luggage”, aderezada de las seis cuerdas de James Williamson (Stooges). “Texas Is
My Mother”, romántico pero herido canto de bucólica textura, o la algo ampulosa épica aplicada en el cierre con la canción homónima, que cuenta con la voz de Joe Ely, del que además versionará con sobrecogedora desnudez “Silver City”, serán otras destacadas manifestaciones de ese cariz paisajístico.

Si no quizás de manera estrictamente proporcional, sí parece evidente el esmero a lo largo del disco por compensar escrupulosamente aquellas composiciones que inciden en nervio y potencia frente a las más pausadas e intimistas. Las primeras, por su natural inmediatez, pueden sobresalir en una inicial escucha, pero a la postre resultarán igualmente logradas las que ostentan un carácter delicado. Al margen de
consideraciones competitivas, serán del todo certeros los envites propuestos por del rock and roll de raíces, término que podíamos explicar orientando la mirada hacia The Blasters, de “Outlaw for You”; el
elegante y pegadizo espíritu incendiario inyectado en “Fury and Fire” o el punk-rock sin concesiones de “Sonic USA”, con el que glosa las bondades musicales yankees pertrechado de la guitarra de Wayne
Kramer, de los míticos MC5.

En este recorrido de una longitud considerable propuesto por Escovedo, igual de importante que acertar de pleno en determinados momentos es no dejarle caer ni en la acumulación redundante ni en una
variedad desbocada e inconexa. En ese apartado, los temas que relajan el tempo y rebuscan en un lado más sentimental se convierten en decisivos. Una labor a la que se suma la excelencia brotada de episodios
dominados por la melancolía, desde un bellísimo rock de contrastes entre guitarras y cuerdas (“Something Blue”) hasta uno minimalista plagado de detalles instrumentales (“Cherry Blossom Rain”). El medio tiempo “Waiting For Me”, de crepuscular nostalgia, esa con la que cargan Mink DeVille a Lou Reed, alcanza cotas sobresalientes apoyado por la cavernosa y personal voz de Peter Perrett (The Only Ones).

Probablemente el mejor ataque a todos aquellos que entienden el sentimiento de pertenencia como un coto cercado por vallas de afilados dientes es que sea una banda italiana y un estadounidense de raíces latinas los encargados de enhebrar un complejo y fértil muestrario del sonido norteamericano. Para todos los demás el resultado de este “The Crossing” es un exquisito ejemplo del fluir de acentos bajo un marco determinado, convirtiéndose en un bello pero doloroso canto a la búsqueda de la realización personal en un entorno hostil e injusto, uno aquí envuelto con una bandera determinada, la de las barras y estrellas, un manto capaz de engendrar disparatados mandatarios al igual que colosales creadores, como Alejandro
Escovedo.

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