Hoy se cumplen 10 años desde que Amy Winehouse nos dejó. La artista británica se encontraba en la cima de la popularidad y el éxito cuando su salud comenzó a deteriorarse. Eso se reflejó en algunas de su actuaciones. En 2011 algunas fechas se tuvieron que cancelar y, entre ellas, la de Bilbao. Amy estaba en el cartel del BBK Live de ese año. Sin duda, era el concierto que todo el mundo quería ver.
Había muchas bandas importantes en el plantel del festival pero, al menos para mí, el nombre de Amy Winehouse eclipsaba al resto. La Reina del Soul se había convertido en un referente tanto estético como musical. Una artista carismática que con sus canciones encandilaba a miles de personas. Una diva de voz negra con un brillo especial.
Pero el brillo empezó a apagarse. La británica se vio inmersa en un mar de excesos y malos consejos que derivaron en los que sabemos. 27 años. Esa era la edad que tenía. Una cifra simple pero que, en el mundo de la música, cobra un relevancia especial. Amy Winehouse pasó a formar parte de un club trágico pero selecto junto a nombres como Kurt Kobain o Jim Morrison. Su brillo no se apaga.
Aquel 2011, Amy suspendió su cita en Bilbao. Pese a que intuíamos que algo así podría pasar, la noticia fue un golpe duro. Lo más triste es que pensé que Amy tenía una deuda con Bilbo y, tarde o temprano, nos la cobraríamos con uno de sus directos. El destino no quiso que fuese así. Hoy estoy lejos de Bilbao pero no tengo duda de que si allí estuviera, alguna mirada se escaparía hacia Kobetamendi.
