El estilo más personal de Christina Rosenvinge en la intimidad de las velas

El estilo más personal de Christina Rosenvinge en la intimidad de las velas

El pasado jueves la Sala BBK acogió una nueva cita, la segunda, del ciclo Kandelen Artean. Una platea libre de butacas en la que mesas redondas con sus respectivas sillas, iluminadas por la leve luz de una vela, recibían a quienes fuimos a disfrutar de los conciertos de Olatz SalvadorChristina Rosenvinge. Era el ambiente propicio para escuchar a dos artistas de generaciones distantes, carreras muy diferentes  pero con mucho en común. Canciones muy personales que reflejan ilusiones, miedos, alegrías y, sobre todo, mucha personalidad.

Olatz Salvador actuó en formato dúo. Era la segunda vez que veíamos a la donostiarra.  Para ser sinceros dio la sensación de estar más nerviosa que cuando taloneó a Xoel López y eso que en aquella ocasión era su primer concierto con banda. Aún así ofreció un buen concierto (ayudó el formato dúo), algo largo quizás para quienes habían acudido solamente a ver a Christina Rosenvinge. Presentó “Zintzilik”, su primer trabajo en solitario y con el que está acabando una gira interesante. 

La guipuzcoana interpretó un repertorio basado en su álbum debut. Una propuesta que va convenciendo gracias, entre otras cosas, a la excelente voz que tiene. El sonido le acompañó en casi todo el concierto. Sonó muy interesante en su vertiente más alternativa, sobre todo en temas como ‘Sustraiak’, jugando con la electrónica. Se atrevió con dos covers; “Oreka Ezina Zen Indibiduo Baten Azken Pentsamenduak” de los añorados Kerobia, grupo muy difícil de emular; y la inevitable “Where is my mind?” de los Pixies. Sonaron también “Zintzilik”, “Korapilatzen”, “Nora” y Kulunka,… Esperamos verla pronto de nuevo con banda para ver la evolución porque queda claro que va notándose el rodaje.

Llegaba el momento de Christina Rosenvinge. A riesgo de parecer poco objetivo (es una artista a la que admiro mucho) sabía que el concierto me iba a gustar. Dos eran los motivos; el primero porque el formato íntimo era el ideal para canciones tan personales como las de la artista madrileña y, el segundo, porque suele ofrecer unas actuaciones que muestran a una artista con vocación de ser diferente.

También llegaba con su último disco “Un hombre rubio”. Un disco personal en el que su padre tiene un papel fundamental. Sonaron “La muy puta”, “Un hombre rubio”, “Romance de la plata”, “La flor entre la vía”, “Alguien tendrá la culpa aquí”, … Su padre no es el único protagonista, también lo es su yo masculino a través del que juega con los roles de género.  Incluso uno de los bises fue “Piedra angular” que aseguró haber escrito para un tipo duro como Loquillo pero que este no aceptó. “Pues la canto yo”, sentenció.

En un ambiente tan íntimo daba la sensación que no cantaba, más bien recitaba. Y lo hacía con un lenguaje que solamente ella conoce.  Otro protagonista indispensable fue su libro “Debut”. Es un recorrido por sus obsesiones, ilusiones, ausencias, daños y luchas. La mayoría de las canciones fueron precedidas por la lectura de unas líneas del libro dónde reflejaba el porqué de esas palabras. No todo fue melancolía, también hubo destellos de un pop alegre como en temas como “Mi vida bajo el agua” o zarpazos rockeros como con “Alta tensión”. 

Christina Rosenvinge no defraudó y volvió a deleitar con un estilo personal que la hace una artista diferente. Sabe en qué momento y de qué forma puede agradarnos con su propuesta. Da igual si viene con banda (como en el pasado MAZ de Basauri) o si lo hace en formato trío como el pasado jueves. La eterna música rubia te atrapa. 

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